sábado, 17 de julio de 2010

CUADRO Nº19



Oripandó

Una lágrima se le escapó del pecho y cayó en el mar. Parte de su ser se desprendía al abandonar aquel lugar y hacía que la tristeza se le derramase por la proa edl barco, tan pequeño como una cáscara de nuez.
“Mi cuerpo viaja en este barco. Sin embargo, yo no estoy completamente aquí.”
Las corrientes la alejaban suavemente del paía amado, y a un tiempo la reclamaban de vuelta. ¿Cómo era posible dejarse el corazón en tantos rincones?
Sin embargo, la tristeza de la princesa no se asemejaba a la aflicción o la nostalgia, pues su pequeño barco zarpaba repleto de tesoros. La protegían las rayas marinas que la iluminarían en su travesía nocturna, cuando en la oscuridad pareciese que no hallaba un rumbo, y las algas que mecían el barco arrastrándolo en la dirección correcta le auguraban un feliz retorno. Portaba también florecida sabiduría, y las raices de un conocimiento profundo donde la música se le enredaba con el entendimiento, el pelo y las copas de los árboles.
Muchos seres del mundo, piratas y juglares, zíngaras, ladrones, vampiros y ángeles, habían venido a impactar en su conciencia. Había visto lo claro y lo oscuro de los hombres y la princesa estaba agradecida por ello. Un lazo indivisible la unía a aquel lugar.
“La vida. Me conduce
y yo no soy la dueña”
se decía, viendo el país alejarse.

El barco dejaba estelas en el agua que pronto se desvanecerían. Una nueva barca se aproximaba al puerto.
Ahora la princesa podía regresar a su hogar, tomar como mujer su trono y reinar con paz entre los hombres que tan bien había conocido.




Roberto Samper

El último árbol
Un día la Tierra dejó de respirar. Su enfermedad era evidente, pero nadie lo quería reconocer…
Tantos años intoxicándola, hasta que llegó el día que no aguantó más. Ese mismo día Clara despertó de un largo y profundo sueño…
Abrió los ojos con asombro y vio la devastación a su alrededor. Sentía como el aire aceitoso le golpeaba la cara, el mismo aire que hizo que las aves desfallecieran hasta chocar contra el suelo y ahora ahí yacían; inertes sobre un manto de cenizas y sangre. Sangre de los hombres que no habían tenido reparo a derramar para conseguir hasta el último grano de la cosecha.
El Sol apenas lucía, cubierto por un manto verdoso y maloliente, el CO2 del ambiente árido y vaporoso le invadía los pulmones. Echó a correr cada vez más angustiada, gritando hasta quedarse sin voz. Nadie respondía. Un absoluto silencio dominaba ese paisaje desolador. En ese instante fue cuando descubrió que estaba sola y rompió a llorar.
Algo extraño pasaba; podía sentir como sus lágrimas eran absorbidas y se marchaban con una ligera brisa fresca. La niña asombrada fue tras sus lágrimas, estas se adentraban en el deforestado bosque. Corrió tras ellas hasta que una intensa luz cegadora le impidió avanzar. Cuando sus ojos se acostumbraron a aquella luz, pudo apreciar la figura de un gran árbol rebosante de vitalidad, el único que se tenia en pié, envuelto por una ligera capa de oxígeno puro. Las lágrimas de la niña resbalaban por sus ramas y de ellas nacían grandes frutos de colores.
La niña dejó de llorar y al instante el árbol comenzó a apagarse. Fue entonces cuando se dio cuenta de que con sus lágrimas alimentaba a aquel árbol y que si dejaba de llorar, el moría.
Pasaron unos días, Clara se sentía muy a gusto junto al árbol, pero quería buscar otro lugar mejor. Quería ver si era cierto que no existía nadie más en el Mundo que un árbol y una niña de nueve años. Así que decidió construir unas enormes ruedas de madera para transportar a su amigo…
Juntos llegaron a la orilla del mar, en ella encontraron un barco y se embarcaron en el, en busca de un lugar mejor. Aún hoy la niña navega llorando por los extensos océanos junto al único árbol que queda en la Tierra.




Lucia

Una barca, un cascarón de nuez.
En una noche de luna llena
la luz y la sombra viajan,
siempre juntas.
Siento intriga y temor
pero también curiosidad y deseos de crecer
En una gota de agua navega el aprendiz.



Azul Celeste

En el barco del sueño me mezco... siento el húmedo aire que sopla y anuda mi pelo...
viene vientos buenos que me llevarán a descubrir nuevas orillas.
Duermo y me veo sentada en la orilla de mi mundo, puedo tocar el agua con la punta de los pies...
Duermo y no quiero enseguida despertar... pesado vaivén me acuna y me siento tranquila.
Duermo en esta paz porque sé que podría despertar... cuando quiera
...y que tú estarías ahí.

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